A mi hijo le apasionan las princesas...

Tengo un hermoso hijo que, entre otras cosas, le gusta disfrazarse de princesa, si leíste bien dije HIJO y PRINCESA. Al principio fue todo muy raro, sentí rápidamente que nos estaba interpelando.
Hace poco escuche por ahí que nuestros hijos nos van marcando el camino, hoy estoy convencido de eso. Ellos son, siempre que los dejemos, verdaderos agentes de cambio. Con la madre empezamos a interiorizarnos sobre diversidad sexual y derechos sexuales, conocimos testimonios de otros niños y niñas, padres que habían transitado caminos similares, otros que eligieron acompañar desde el respeto y al amor las decisiones de sus peques. Y lógico, conocemos en abundancia la forma convencional de “resolver” estos temas, sencillamente porque los hemos vivido.  “Deja esa muñeca que es de nena” ó “Vos tenes que jugar a la pelota”
Para mí lo más difícil es y será poder aislar mis propias creencias personales, mis estructuraciones mentales o  hábitos sociales que nos han inculcado. Lo que yo creo, siento e incluso que hago o hice, de las que cree, siente o hace Simón.
En casa no hay colores, actividades u ocupaciones de hombres o de mujeres, todos hacemos todo. Papá y mamá se desarrollan profesionalmente, hacen deporte, comparten grupos de whatssap del colegio o de baile donde concurre Simón, manejan el auto o la plata indistintamente, toman decisiones de por sí y no hacen nada esperando la aprobación del otro. En casa nos animamos a repensar la masculinidad sencillamente porque está claro que en esta sociedad patriarcal los resultados están a la vista. Matan a una mujer cada 18 horas y no hay que ser un abusador -o peor un golpeador- para beneficiarse de los privilegios del patriarcado. La pasividad juega también un rol fundamental en ese proceso de deconstrucción de las heteronormas. El chiste homofóbico, la cosificación de la mujer, el rol que históricamente se le ha otorgado (dejado) a la mujer, la inequidad de género, entre otras de igual o más importancia, son cuestiones que en casa pretendemos desterrar de raíz.
Yo no sé si esto será pasajero, si solo es algo lúdico o si por el contrario persistirá en el tiempo, solo quiero respetarlo como sujeto de derechos que es a lo que dé lugar, amarlo sin importar cual fueran su elecciones. Porque como padre joven no sabré muchas cosas pero si sé que el amor incondicional hacia un hijo de verdad existe. Yo ya lo amo, y es así desde antes de nacer. No tiene que ser ni demostrarme nada, yo ya lo amo así, como es, sensible y apasionado, amable y colaborador. También caprichoso e inquieto por momentos, como cualquier otro niño/a.
 Hay días que me encuentro personalmente más seguro que otros, no porque sienta que no es real todo lo que hasta acá dije sino porque me sale bien de adentro ese padre sobreprotector que quisiera evitar todos esos tratos hostiles que -me imagino- tendrá en un futuro, de seguir siendo el niño libre que hoy es.
A esta altura, habiendo ya pasado el temblor inicial, el posicionamiento ya es otro, y con esto no digo ni por asomo que la tenemos re clara, que somos unos padres progres y que nos la sabemos todas, que siempre sabemos que es lo que se viene, ¡NO! Confieso que para un padre heterosexual como yo llevar a un hijo a baile disfrazado de princesa, al principio no fue fácil. Previo a eso, se le permitía disfrazarse en casa pero no para ir al Supermercado por ejemplo, ¿y porque? ¿Porque inconscientemente me interesaba lo que fuera a decir el que lo viera? Y otra vez se me mezclaban los papeles míos con los de Simón. Porque está claro que a él no le interesa un pomo ese otro y lo que pensara, él es feliz en sus elecciones, él está (por lo pronto) jugando y expresándose con total libertad. Y créanme que con tal de verlo feliz haría mucho más que permitirle estar disfrazado de princesa, haría cualquier cosa.
De verdad creemos que la única manera  de tener una sociedad más justa, igualitaria y diversa es deconstruir ciertos hábitos machistas, repensar  las maneras de relacionarse entre todos y todas, respetándose en los gustos, tolerándose en las elecciones, y con amor por sobre todas las cosas...
Por eso empezamos por casa, educando en el amor a nuestros hijos confiando ciegamente en que finalmente al amor nada lo puede.

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