Vacaciones de todo, hasta de mí…


Un día me mire al espejo y no me reconocí. Ese mismo día me di cuenta que ya no me reía como antes y pintar a colores no me salía con los ojos cerrados. Dude, en esos días de dudas, si de verdad me había reconstruido de adversidades que me han tocado, y que debería ya ver a lo lejos. Entendí que sí, que había logrado avanzar pero también que aún hay mucho de que ocuparse.
No me victimizo y si alguna vez lo hice no fue por deporte, solo me permití mostrarme tal cual soy, tal cual pienso y fundamental, tal cual siento. Soy un ser sensible, no me avergüenza decirlo y en ocasiones no supe manejar esa sensibilidad sin quebrar en el intento. Para muchos, eso podría ser debilidad y como a mí no me importa que piense el resto prefiero ver ahí la valentía de no reprimir mis sentimientos, autoconocerme, asumir mis miedos e inseguridades, trabajar en ellos y como consecuencia, reparar esas heridas que me tienen anclado en el pasado.

El amor de la familia, la tranquilidad el camping, el sonido del mar, las amplísimas playas, el cielo cargado de estrellas y  la energía de los arboles formaron un combo inigualable para pegar la vuelta hacia adentro, porque siempre es hacia el interior de uno donde se debe ir a buscar las respuestas.
Necochea, ya lista para recibir a turistas y visitantes esta temporada, fue esta vez el artífice necesaria para disfrutar en familia de unos necesarios días de descanso.

La punta del ovillo
Me pase todas las vacaciones pidiendo encontrar una señal. Busque entre las brillantes estrellas, allá lejos en el horizonte donde el mar se junta con el cielo. En el fuego. Con los ojos abiertos, con lo ojos cerrados. Algo. No importa que, algo que me saque de esta confusión general que reina hoy mis días. Busque la punta del ovillo incesantemente, porque ganas de tirar hacia mi lado me sobran.
Lo sé, la señal siempre aparece, está ahí. Solo hay que estar presente en el aquí y el ahora para poder identificarla. En mi caso es quizás lo que no me estuvo pasando sobre el último trecho del año. Perdí el enfoque de lo importante corriendo tras lo superficial. Anduve desequilibrado espiritualmente, enojado conmigo y por ende con todo lo que me rodea.  Debo re-encontrarme con mi esencia, recobrar ese armonía que algún día llegue a tener. Sépanlo, esto es así, esa armonía entre cuerpo y alma es como un fuego, de idéntica manera hay que atenderlo y mantenerlo vivo para que no se apague.
Ya en el viaje de ida se me había despegado el espejo retrovisor del auto, quedo inutilizable y más allá de que atañe a una cuestión de seguridad lo que prefiero ver ahí es el mensaje que estaba necesitando. Debo dejar de mirar para atrás, y poner todo ímpetu en lo que viene, en lo que tengo por delante, porque la llegada de Bruno/Olivia es tan inmensa y mágica como cuando esperábamos a Simón.

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