Un largo peregrinar...

—Hola doctora. ¿Como le va? —Le dijo una enfermera a una persona que se acababa de sentar a su lado en el colectivo 202.
—Ayyy perdóname vengo zombi, estoy agotadísima... De post guardia.
—Uhhh noo, yo estuve el martes. —Dijo la enfermera.
—Yo la termine a las 8am pero después me fui a la salita hasta el mediodía. Volví, comí en el hospi y encima me tocó dar una clase de un tema que es un embole.
—Día largo el tuyo. —Dijo la joven enfermera.
— Ayy sí ni me digas. Hace 36 horas que no veo a mi hijo, mi casa debe ser un desastre y seguro no hay nada en la heladera. Es agotador!! Esto se parece poco a una vida pero así y todo confío que al terminar la residencia mi suerte cambie.
—Aparte no son tantos ustedes en la resi, ¿no? —Dijo en referencia a la residencia médica de Medicina General.
— Tal cual, somos sólo ocho. Y encima este año no entro ningún residente de primero. No tenemos insumos, faltan vacunas. Y mal remunerados, digamos que lo que ganamos lo cambiamos por el alquiler.
—Si claro, no sabes cuánto te entiendo. —Dijo, Ingrid, así se llamaba la enfermera. Antes iba asintiendo con la cabeza todo lo que la doctora iba diciendo.
—Uyyy perdóname hice catarsis con vos.
—No te hagas problema, sé muy bien por lo que pasas. Salvando las distancias pero sobre todo las responsabilidades, a nosotros nos pasa lo mismo. —Dijo Ingrid y continúo diciendo: —Te saludo, me bajo en la próxima parada, nos vemos.
—Chau, que andes bien. —Contestó la médica.

— ¿Cómo te fue en la Guardia? —Preguntó su esposo al llegar a su casa tras su jornada de trabajo.
—Bien ¿Podes creer que un desubicado me despertó a las 3am por un certificado médico? Todo para faltar al trabajo… ¡Sabes cómo lo saque no!
—¿En serio?
—Después unos traumatismos por accidentes. Ahh y un tipo  llegó tipo 5am desangrándose por una puñalada.
—¿Para para! Por favor. —Interrumpió su esposo. Y si, la verdad era para impresionarse.

Vanesa es mamá hace tres años, amorosa por cierto. Casada hace cinco, igual que los años que lleva de recibida. Ahora hace tres que padece la residencia.
Nació y creció en una hermosa colonia alemana situada en el sur de la provincia de buenos Aires a sólo 12km de la ciudad de Coronel Suárez.
Los rusos como les dicen por allá, descendientes ellos de Alemanes del Volga. Gente trabajadora si las hay y de tradiciones fuertes, vinieron a la Argentina en el último cuarto del siglo 19 desde el sur de Rusia (1875/1900). Como y porque llegaron esos alemanes, tras un largo peregrinar, al sur de Rusia, es motivo de otra historia pero que sin dudas explica muchas de las características de los integrantes de esta hermosa colectividad.
Forman parte de uno de los procesos de integración socio-culturales más exitosos de nuestra nación. Ellos pudieron seguir con muchas de sus tradiciones y costumbres. Con el sudor de la frente, el aroma de la tierra arada tanto como con oficios afines han construido, junto con otros, este país.
Y sin más, que yo hoy les cuente esta historia es prueba de ello. Vanesa ahora es médica. Habiendo estudiado a 700 km de los suyos. Fijó el objetivo y a pesar de haber trastabillado un poco al principio, siempre fue abriéndose paso al andar con mucho sacrificio, esfuerzo y una dosis importante de amor propio digno de todo aquel descendiente de clase media trabajadora. Cargaba sobre su espalda más que su propio sueño, cargaba la ilusión y el deseo de prosperidad de sus padres y en ellos la de todos sus antepasados.
—Si te vas a estudiar me tenes que prometer que te vas a casar con los libros. —Dijo su padre en una de las últimas cenas antes de que partiera a la ciudad de La Plata.

De chiquita siempre decía que su sueño era ser doctora para curar a la gente. Ahora de grande sueña con que más y más gente tenga mejor acceso al sistema público de salud, tan vapuleado para estos días.
Es médica generalista y hace su residencia en el hospital de Berisso y en la salita Nro. 35, instalada cerca del asentamiento denominado “La Franja”. Barrio que camina junto a sus compañeros de residencia que incluye también a trabajadores sociales y psicólogos, dando prueba con ello que no hay inmigrantes de primera y de segunda. Camina el barrio, tendiendo puentes para que los que más lo necesitan accedan a controles básicos de salud, detección temprana de enfermedades curables o de nutrición adecuada, brindando consultorías sobre salud sexual integral. Desplegando estrategias para prevenir enfermedades, dando talleres de violencia de género, elaborando planes de acceso a la salud acorde a las características del barrio. Un trabajo de hombro a hombro, no solo asumiendo tamaño compromiso sino que además poniendo el rostro y el corazón. Es una médica que antes que doctora es humana. Es persona, es mamá, es esposa, hija y hermana por cinco, es amiga y reikista. Si, así es, cura el cuerpo y el alma. Es medicina holística o integral. No sólo ha logrado un equilibrio personal sino que ahora ayuda a otros a reencontrarse con eso que ya vive dentro de cada uno, ayuda a buscar nuestra mejor versión a través de la armonización energética y otras terapias alternativas.

—Gordi me voy a arriba un cachito a hacer unos aromatizadores. Simón ya está bañado y acostado mirando dibujitos  —Dijo justo antes de partir a la planta superior donde tiene su rincón espiritual.

Ella no para de hacer cosas, no puede o no quiere quizás. La madre es igual, tiene algo al fuego y un lavarropas andando, en el medio tendió las camas y "megusteo" tres veces en Facebook. No sé cómo lo hace, pero lo hace fácil, rápido y siempre bien.

—Que haces que no estas durmiendo todavía. —Le dijo a su hijo al bajar.
— ¿Estabas haciendo reiki, mami? Preguntó Simón.
—Noo estaba haciendo de estos perfumitos. Sentí sssshhh sssshhh shhh. —Le dijo al mismo momento que tiro por encima de su cabeza un aromatizador ambiental, sabor naranja, jazmin, romero y bergamota.  
—Mmmm que rico. —Dijo el nene que ya estaba familiarizado con limpiadores áuricos, esencias e incluso algunas piedras.
— ¿Te gusta? Es para que nunca falte la alegría en esta casa.

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