Padre Cajade, el santo de los pibes de la calle


Gracias Pablo Morosi por esta valiosísima obra literaria, por la minuciosa investigación periodística, pero por sobre todo poder describir en palabras -vaya empresa difícil- una inmejorable aproximación al espíritu del cura Carlos Cajade. 
No tuve la fortuna de conocerlo en vida, si tuve por mi cuenta a mi propio Carlitos Cajade, una monja (Sor Clorinda Venneri) que dio asilo a mi padre allá en mi Bragado natal, además de trabajo a mi familia y a la cual quise y quiero como a una abuela misma. 
Entonces, primero una, luego el otro, y ahora juntos desde el cielo, cielo que empezaron a construir desde la tierra, son mis más grandes referentes ideológicos. 
Sin ser yo un fiel devoto, paradójicamente quienes más me inspiran si lo fueron, terminaron por enseñarme a ver a Dios en los ojitos entristecidos de aquellos que la vida injustamente golpeó desde temprano, o en todos aquellos que más lo necesitan. Ellos con su vocación de servicio y sin especular brindaron su vida misma para tratar de torcer el destino que parecía estos niños tenían preasignado.
Haber conocido a su familia, a todas aquellas personas de bien que aun hoy mantienen viva su memoria, bien altas sus banderas y su intachable fe en vilo me hizo creer siempre como que lo había conocido, pero ahora, tras leerte eso definitivamente termina por convencerme. Y como le pasa a muchísimas personas Carlos Cajade también vive en mi corazón.

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