Nada de raro...

Ella trabajaba relativamente poco, por lo general una vez a la semana, sábado o domingo. A veces por la tarde otras por la noche y con suerte mediante no tenía que viajar muy lejos. 
El trabajaba todo el día, desde la mañana muy temprano se iba al taller del fondo de su casa, todos los días menos los domingos. Ponía la Am y le entraba duro a los mates mientras trabajaba. 
Se llevaban muy bien y entre ambos se las arreglaban perfectamente para criar a sus dos hijos Eugenio y Pilar, de 15 y 12 años. Las actividades domésticas eran equitativamente repartidas, cumplían a rajatablas a lo que se habían comprometido cuando se casaron ayudarse y acompañarse mutuamente aunque los chicos colaboraban también.
Esta familia, que adelanto, vivía felizmente eran tratados como extraños cuando en realidad no lo eran en lo más mínimo. A los chicos en sus colegios los cargaban por los trabajos de sus padres y a ellos lejos de afectarlos les gustaba. 
A Eugenio le gustaba mucho el futbol por eso acompañaba a su madre y siempre la iba a ver dirigir como juez de línea en el la primera B Metropolitana. Pili por lo general se quedaba con su padre, ya que aprendía con facilidad el oficio de costurero.