Amar y comprender al verdadero SER

Es muy importante amarse a uno mismo, pues no hay forma de amar al prójimo, a las plantas, a los animales y al entorno en general si antes no estamos bien y a gusto con lo que somos.
Amar y comprender al verdadero SER y no a lo  que siempre hemos creído que somos o peor lo que otros ven de nosotros. En estos últimos dos casos son meras construcciones del ego, las mas de las veces involuntarias, donde lo creemos con total convencimiento. Para desarticular esas construcciones se requiere de mucha voluntad sobre todo, transitar un largo camino de autoconocimiento (y que desconozco si ese camino algún día finaliza), sembrando amor, paz y alegría entre los que accidental o cotidianamente se relacionan con nuestra persona. 
Hay que aceptar las cartas que nos tocaron, lograr la mentada felicidad con lo que ya tenemos, la felicidad es el camino y no el destino, se elije ser feliz, todos los días uno se posiciona ante la vida de una manera. Si uno va por la vida con malos sentimientos, esos, tarde o temprano se vuelven contra uno, de la misma manera opera a la inversa.
El amor no es interesado, el amor no es envidioso, el que ama realmente desea siempre, pero siempre el bien para el que tiene al lado, no se compite en el amor, porque a uno no le va mejor en la vida porque a otro le va mal, aunque muchas veces el ego se regocije con el dolor ajeno.
Comparto la carta que San Pablo le enviara a los Corintios 13:1 y que es para mí es un verdadero himno del amor, lo que bien podría ser a mi humilde criterio las bases o cimientos del cristianismo puro, pues el amor es el más desinteresado sentimiento hacia todo lo que nos rodea y también para sí mismo.
"Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe.
 Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. 
 Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada.
 El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. 
El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
 El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías, limitadas.
Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto.
Mientras yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño, pero cuando me hice hombre, dejé a un lado las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara. Ahora conozco todo imperfectamente; después conoceré como Dios me conoce a mí.
En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande todas es el amor...”