Chascomus Laguna "El Burro", 01/06/2014




La Comisión de Planificación (en adelante “La Comisión”) deberá poner el ojo en mejorar el criterio a la hora de seleccionar el destino para ir a tirar la caña o en todo caso rever su conformación, pues el pique y el tamaño de las piezas no resultaron lo esperado. Algo a favor de La Comisión hay que decir que el destino original era la laguna La Adela, pero debido a que el acceso estaba complicado por las lluvias debimos redirigir a El Burro. Así, a las 8.30 estábamos llegando a la laguna El Burro, que se encuentra al margen de la Ruta 2, pasando por la fundida ciudad de Chascomús, previa parada a comprar dos (¡sí, DOS!) raciones de mojarras, pues si algo no falta en el Club es optimismo. En se encuentra la laguna La Adela, dónde, porno estar nosotros, habría pique...



Alquilamos un bote a motor y como unos locos para no perder tiempo de “pesca fectiva” nos embarcamos hacia el centro de la laguna. A pedido del timonel, nos agarramos muy fuerte para que la velocidad de la embarcación no tomara por sorpresa a ningún tripulante y al cabo de 40 minutos recorrimos unos seiscientos metros, quizás seiscientos veinte. Tan rápido embarcamos que olvidamos muchos de los insumos básicos,entre ellos revisar el agua del mate, algo para comer y tomar, algunos hasta la campera olvidaron (Franco). Nada de eso impediría que llenemos de coloridas boyas la laguna. Pique poco, en relación a las risas no llegaba ni a un 10%. A media mañana cambiamos de lugar. Haciendo malabares para no arrastrar las líneas, con el bote a dos por hora y con el viento en contra emprendimos la marcha. Ni circo que hicimos, todos con las cañas en alto y a pura risa. Creo que nos vieron (y nos escucharon) desde Lezama. Alrededor de la 1 del mediodía, luego de pescar siete pescaditos que en suma harían unos 250 grs, y que obviamente devolvimos al agua, retornamos hacia la costa con el afán de comer la picadita, prender el fuego y lógicamente hacer unos tiros desde la costa. Luego de unos 35 minutos de navegación (el botecito venía bastante más rápido) llegamos a la costa, desembarcamos y el Conejo fue el primero en pisar tierra (este dato es fundamental para lo que viene).
Resulta que estábamos plácidamente sentados alrededor del fuego y notamos que los pescadores vecinos comienzan a mirarnos sospechosamente, algo pasaba y aun no sabíamos qué. Hasta que nos dimos cuenta: la lanchita que habíamos alquilado había quedado sin amarrar en la costa y se fue alejando con la corriente. Había que actuar rápido, luego habría tiempo para asumir responsabilidades por no haber amarrado debidamente la embarcación (no olvidar quién bajó primero). El primero en reaccionar fue Facu que salió corriendo, de un salto se sube a un bote a remos. El Conejo lo sigue y, cuando todos presumimos que subiría también a bordo y que estaba dispuesto a enmendar las consecuencias de no haber amarrado el bote, en lugar de subirse, se le ocurre empujar con su pie derecho hacia el interior de la laguna a Facu. Hecho esto se larga a reír a carcajadas por la “picardía” que había hecho, buscando una complicidad que no llegaría nunca. Claro, al instante se dio cuenta que una sola persona nunca podría traer los dos botes sólo y ya su preocupación era como subsanaría su error/maldad. Finalmente, Facu alcanza el bote a motor y vuelve a buscar al Conejo, para que éste se vuelva a la costa en el de remos. Es muy difícil describir las peripecias que pasó el Conejo maniobrando con el bote a remos. Basta con decir que llamó tanto la atención de los que miraban desde la costa que la compasión pudo más, y después de reírse unos 15 minutos de él, la gente empezó a alentarlo y a darle indicaciones de remo. Cuando finalmente llegó, se escucharon unos tibios aplausos.  A esta altura, éste ha sido el momento más alegre de Maridos en Fuga, y se lo debemos a la maldad del Conejo ya la justicia que no tardó en llegar.Una de cal y otra de arena, no sé cuál es la buena y cuál la mala, pero, como nobleza obliga, el Conejo se ganaría la agradecimiento del público cuando revivió el fuego que ya parecía insuficiente el asado. Comimos y, luego de una buena sobremesa, partimos temprano para la ciudad de La Plata, pero con el convencimiento de que tan pronto como posible volveríamos a salir de pesca.